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XXXI. Misterios develados

por | Ene 15, 2014 | Blog, Opus Magnum

Blog14Aprovechando la ventaja que implica el enorme privilegio de escrutar las pƔginas sin fin desde nuestro amado Opus Magnum, citamos algunas curiosas observaciones acerca de libros que han sido previamente publicados, de aquƩllos borradores que alguna vez fueron juzgados como indignos del grosor tintero, y por supuesto tambiƩn de libros que serƔn publicados en un cercano y probable futuro; por quƩ no algunas observaciones acaso provenientes de esas ouvres juzgadas como inmerecedoras de las farsas marquetineras tƭpicas de las oligƔrquicas casas editoriales, asƭ como tampoco deberƭamos olvidar a esos libros que no habrƔn de ser publicados en el impredecible futuro: de todos ellos entonces es que compartiremos observaciones, tanto dignas como indignas de su tiempo valioso tiempo, querido lector.

Las visiones personales del antropólogo, cineasta, poeta, regisseur, asmĆ”tico y experto en las fĆ”bulas de La Fontaine y Esopo, llamado Jean Marie EgueniƧe Ramboulleou, estĆ”n contenidas en las pĆ”ginas de su postrero – y Ćŗnico – trabajo intitulado FĆ”bulas, Medialunas y Canard Ć  l’Orange. El tercer capĆ­tulo que aquĆ­ nos convoca estĆ” enteramente dedicado a la supuesta existencia de un famosĆ­simo y esplĆ©ndido PrĆ­ncipe Azul, o Principe Azzurro segĆŗn denominación de origen.

Su siguiente anĆ”lisis estĆ” perfectamente justificado dados sus ancestros tanto italianos como espaƱoles; el lector habrĆ” de notar que su nombre es apenas una artĆ­stica mĆ”scara para cubrir su denominación original: Juan MarĆ­a Eugencia Cazzalli del Hortelano. Ɖl escribió:

ā€œEl Principe Azzurro fue verdaderamente un hombre y no un pitufo gigantesco. DesafĆ­o con fervor a todos aquellas teorĆ­as peyotĆ­sticas que presentan a nuestro esplĆ©ndido y divino miembro de la realeza cuentĆ­stica como un sobredesarrollado habitante honguĆ­fero. Su tĆ­tulo nobiliario le fue merecidamente conferido no solamente por debida herencia, sino tambiĆ©n gracias a su imponente mas humilde presencia, como asimismo merced a un sutil detalle vestuarĆ­stico: la capa que, acariciando su cuello, cubrĆ­a su delicada y esbelta figura, tallada y esculpida Ć©sta a lo largo de infinitas horas de yoga y pilates; sin embargo, la llevaba demasiado ajustada a su cĆ­sneo cuello, de ahĆ­ la referencia al azul.

ā€œCada maƱana, cuando nuestro azulado hĆ©roe abandonaba el hogar familiar, su tĆ­picamente sobreprotectora madreĀ italiana solĆ­a casi estrangularlo mientras se quejaba de cuĆ”n poco Ć©l, su mĆ”s preciado y amado figlio, se cuidaba correctamente dado el frĆ­o clima y su frĆ”gil salud; y que si algo llegase a ocurrirle ella morirĆ­a al instante no sin antes haber masacrado a todos los pueblerinos. Esta co-creadora femenina era conocida en el pueblo como la porca putana, mas su familia la llamaba por su cristiano nombre: Silvia D’ancoli, sufriente mujer que tuvo una vida signada por el abandono. Apenas tenĆ­a tres aƱos cuando su padre, un despiadado comerciante de Vercelli, las dejó a Silvita y a mamma Carla, en la pobreza total. Acaso sin pronunciar palabra alguna el fugitivo cobarde se escabulló durante la vigĆ©sima noche del noveno mes de ese mismĆ­simo aƱo, para nunca mĆ”s volver. Desde aquĆ©l entonces la vida transcurrió frente a esos verdecinos ojos que siempre ostentó Silvia de una manera gris y desapercibida, despojada de esperanzas y temores; hasta que un encuentro ocurrido mientras ella sufrĆ­a su primer floreciente sangrado prometió ser, acaso, una luz al final del despadrado tĆŗnel que duraba ya nueve aƱos. De repente, la vida parecĆ­a ser genial: Ć©l era alto, apuesto, bendecido con una apariencia robusta y un perfecto perfil griego; incluso habĆ­a algo familiar acerca de tal presencia estremecedora. Para todo el mundo Ć©l era conocido como Andoni; para ellos, la conexión fue apasionada e instantĆ”nea. La misma carnicerĆ­a que actuó como testigo involuntario del primigenio encuentro fue tambiĆ©n el nido amoroso que, a travĆ©s del hedor de sus jugos vacunos y la mĆ­stica esencia chacinada, inspiró a la pareja que llevaba tres meses de amor a unirse eternamente en el sagrado acto del amor fĆ­sico. El resultado de tal unión fue un bebĆ© que debido a un problema menor con el cordón umbilical casi muere al nacer. Su color era angustioso; color que al final terminó por ser una premonición de aquello que habrĆ­a de transformarse en su destino: fue bautizado como Azzurro.

ā€œTres aƱos despuĆ©s de tal nacimiento, el cual por supuesto ocurrió en la mismĆ­sima carnicerĆ­a que involuntariamente atestiguó los tres momentos mĆ”s especiales de sus vidas, las Nornas del destino seguĆ­an tejiendo su ineludible telar; la vida tenĆ­a otros planes: defecó y vomitó una vez mĆ”s sobre el rostro de la povera Silvia, cuando un despalabrado Andoni, su Ćŗnico y verdadero amor, escabullóse por la noche dejando asĆ­ en la usual angustia abandonada al piccolo Azzuro y a la porca povera putana Silvia, para jamĆ”s volver.

ā€œPor supuesto que Ć©stas no son simples teorĆ­as mĆ­as, sino el resultado de enormes horas dedicadas a investigaciones y estudios, las cuales llevaron y eventualmente ayudaron a que yo descubriera un dossier secreto ubicado estratĆ©gicamente bajo un simple mas bello monumento en honor al trabajo de Madame Curie, que adornaba la entrada de un modesto cafĆ© en las afueras de Basora.

ā€œEn dicho documento encontrĆ© muchos microbios, Ć”caros, una foto autografiada de Enrico Caruso, un solitario pelo rojo que aparentemente perteneció alguna vez al gran David Caruso, y polvo de hierro que pudo alguna vez haber pertenecido a la bicicleta de Daniel Larusso. AdemĆ”s de estos curiosos descubrimientos, pude leer algunas observaciones hechas por Jools Vixsundermanft, conocido profesor de la Universidad de La Haya y el Collegium Rotterdamer, escritas en los mĆ”rgenes del anónimo dossier de Basora:

ā€œ’2 cucharadas de sal, 35 gramos de azĆŗcar, 50 pequeƱos pitufos…’

ā€œFĆ”cil es ver que tales notas nada tienen que ver con el tema que nos convoca alrededor de mi libro. Las verdaderamente interesantes expresan que:

ā€œ’El verdadero nombre de nuestro debatido monarca, el mĆ­tico Principe Azurro, es (pues serĆ” eterno) Giuseppe Carlo Rigoberto del Paccino; y en efecto, Ā”quĆ© apolĆ­neo mancebo era! Ā”Disculpas! Fue, es y serĆ”, dada su cualidad de eterno. Ɖl fue, es y serĆ” un hombre bendecido por los dioses; desde su mĆ”s tierna infancia escuchó el ovino susurrar vocacional a travĆ©s del cual supo que las ovejas habrĆ­an de ser su vida y su verdadera pasión. Nulo fue el tiempo que Guiseppino perdió en nimias tareas mundanales: de inmediato zambullóse en la dedicada prĆ”ctica, perfeccionando asĆ­ sus habilidades pastoriles; y aliado con un aparato digestivo que aborrecĆ­a el abundante arroz piamontĆ©s, partió raudo en busca de verdaderas alturas donde lo esperarĆ­an sus verdaderos y Ćŗnicos amigos lanados para finalmente poder comenzar a concretizar su ovino destino. En las rocosas alturas de Monte Barone lo encontró todo; las cuales ademĆ”s estaban, bien por fuerza del azar o gentileza del destino, convenientemente cerca de su natal Vercelli. Volviendo a su amor lanar: tamaƱa era la natural inclinación afectiva que Giuseppino sentĆ­a para con su pastoril vocación y sus amigas lanadas, que solĆ­a improvisar cantadas estanzas acerca de cómo ninguna damisela podrĆ­a jamĆ”s igualar el cobijante interior de sus amadas ovejas; he aquĆ­ un elemento clave que acaso podrĆ­a explicar algunas de sus hazaƱas excepcionales: tal predilección lanar cobija justamente a la razón por la cual yo creo que nuestro azulado pastor fue capaz de realizar tantos actos altruistas a lo largo de la historia de los cuentos de hadas con tal impresionante desapego. Estoy seguro de que el aroma y la calidez de sus amadas ovejas fue la fuerza inspiradora que lo llevó a besar y asĆ­ rescatar a todos esos desdichados y blondos personajes femeninos con latente intención de que todos pudieran descubrir, en paz y armonĆ­a, el sabor, candor y amor que sus pequeƱas lanosas ovejitas exhudaban y provocativamente ofrecĆ­anle sobre las rocosas alturas del Monte Barone.

ā€œ’El falso nombre encuentra su origen en la descontrolada consumición y abuso (fĆ­sico) que nuestro HĆ©roe hacĆ­a del queso azul, o Roquefort. Narraciones de su tiempo (2) especulan acerca de su quesĆ­stica dieta; es ampliamente creĆ­do en la norteƱa Italia, lugar de su pueblo originario, que el PrĆ­ncipe, es decir, Giuseppe Carlo Rigoberto del Paccino, ingerĆ­a alrededor de 786 y 874 kilos de Roquefort al dĆ­a, esto dependiendo de su temperatura corporal, amĆ©n de la circunstancial compaƱƭa con la cual disfrutaba y compartĆ­a la delicia lĆ”ctea. Su festĆ­n comenzaba por lo general a las 7:31 am, momento en el cual el gallo familiar brindaba su primer cantar; es pertinente aclarar que no siempre sucedĆ­a de igual modo: en ocasiones nuestro azulado Giuseppino era despertado por el inconsciente mas duro canto de su propio gallo, algo que naturalmente lo forzaba fuera de la cama para lavar tanto su humanidad como las manchadas sĆ”banas. Si esto ocurrĆ­a durante una noche carente de humedad, sus padres, o mejor dicho mamma Silvia y su ocasional novio, sufrĆ­an a su vez las consecuencias del canto gallĆ­stico-onĆ­rico-lechoso-pegajoso: hecho acaso favorecido por las secas y deshinchadas aberturas que podĆ­an encontrarse en el desprolijo suelo amaderado que permitĆ­a la abundante filtración de la acuosa catarata lĆ”ctea, la cual cayente brotaba desde el lechal lecho de nuestro Giuseppino, quien solĆ­a despertar inundado, no Ćŗnicamente de placer, sino tambiĆ©n acompaƱado por los gritos provenientes de la inferior recĆ”mara materna; un constante dĆŗo, mas no siempre expresando el esperado asco al unĆ­sono. Es mi parecer que la recurrencia de tales lĆ”cteos y catarĆ”ticos sueƱos se debĆ­a al irresistible encanto de esas hermosas ovejitas que Ć©l pastoreaba – Ā”disculpas otra vez!: que Ć©l pastoreó, pastorea y pastorearĆ”, porque Giuseppe es, fue y serĆ” eterno. Su consumición quesera terminaba a medianoche, mas no por fuerza de la voluntad o predilección gustativa, sino por un usual bloqueamiento de las vĆ­as aĆ©reas: esto por lo general se manifestaba a travĆ©s de unos escasos centĆ­metros del manjar azul saliendo por su narina izquierda (3).’

ā€œSiguiendo el rastro de las marginales notas de Jools Vixsundermanft, me fue imposible detenerme. Unos escasos minutos despuĆ©s, y escrito en densa tinta negra precisamente sobre el mismĆ­simo reverso de la pĆ”gina en la cual encontrĆ© las previas notas, leĆ­:

ā€œ’Por supuesto; Ā”las anteriores especulaciones tienen completo sentido! Muchas gracias mi querido Jools por iluminarme en lo que hasta ahora habĆ­a sido para mi el mayor misterio en la historia humana toda: Āæpor quĆ© Silvia DĀ“ancoli perpetuamente sufrió de un estado desparejado, incapaz de restablecerse a ella misma y sanar asĆ­ a su Ć”nima emocional a travĆ©s de otro lazo de amor, si era una bellĆ­sima madre con pechos que podrĆ­an haber alimentado al pueblo todo y ademĆ”s producir las vastĆ­simas cantidades de queso requeridas por su Ćŗnico hijo, Giuseppe Carlo Rigoberto del Paccino?

ā€œ’Ese mismo relato de los mojados sueƱos de Giuseppe ofrecen la solución a un problema que me ha empujado a un casi inevitable suicidio. Ella (la mamma) siempre terminaba teniendo citas con desalmados hombres que se aprovechaban de la libre y gratuita catarata-pegajosa-lĆ”ctea que aparecĆ­a ex nihilo en la habitación de Silvia durante esas maƱanas secas. Creo firmemente que Ć©sta es la razón por la cual nunca pudo establecer una relación apropiada y estable con algĆŗn vĆ”lido y verdadero hombre de alma noble y desinteresada; muchos de ellos eran completamente homosexuales y solo la amaban debido al interĆ©s que tenĆ­an en la catarata lechosa, mientras que otros eran estrictamente heterosexuales mas incapaces de resistir el ser alimentados en la boca con ese misterioso nutriente que parecĆ­a venir de los cielos, como si fuera el divino manĆ”. Es justo imaginar que la mayorĆ­a de sus insignificantes amorĆ­os fueron con hombres judĆ­os, ansiosos y desesperados por buscar el sello de Yahveh en el lĆ­quido signo cayente. QuizĆ” tambiĆ©n podamos ver en la circuncisión de esos hebreos interesados la metĆ”fora de la parte faltante, del amor ausente del lecho de la mamma, el cual rebosante de interĆ©s lĆ”cteo simboliza asĆ­ la ausencia de una verdadera conexión entre Silvia DĀ“ancoli y el vero ser masculino. TambiĆ©n debo asumir yo, a travĆ©s de un fuerte ejercicio sincero, que de haber tenido la chance de dormir en ese pegajoso lecho seguramente no habrĆ­a podido resistir la tentación de tomar una rodaja de pan durante la noche para luego esconderla debajo de la almohada; mĆ”s tarde, cuando el pan estarĆ­a ya cumpliendo su destino caliente luego de varias horas bajo mi cabeza, probablemente disfrutarĆ­a de la cascada pegajosa-lĆ”ctea con mi tostado banquete y quizĆ” algunas fetas de prosciutto; Āæpor quĆ© no tambiĆ©n tener mi cafĆ© con un poquito de lechita fresca? ĀæQuiĆ©n es lo suficientemente hipócrita como para no solamente censurar mas para despreciar y condenar la conducta de esos amantes interesados? Ā”Oh cruel destino que jamĆ”s le concedió a Silvia un hombre intolerante a la lactosa!’

ā€œDesearĆ­a poder compartir el nombre del autor de tales ponderosas percepciones internas, mas aparentemente el ignoto escriba se quedó sin tinta; aunque parece que en efecto intentó continuar escribiendo con una inidentificada sustancia lĆ”ctea pegajosa, la cual no puedo determinar a travĆ©s del sabor o la vista.

ā€œAquĆ©lla mismĆ­sima tinta (o sustancia lĆ”ctea-pegajosa), la cual encontró su primigenia causa en esas fantĆ”sticas inspiraciones que vinieron en infinitas corrientes divinas al ahora Ćŗltimo presidente de la Sociedad Otomana de Escritores Suicidas, Abdul Malik al Manzur, sacude nuestra modorra intelectual al presentar sus extremadamente personales conclusiones:

ā€œ’…Por otro lado (3.4), para poder finalizar el debate acerca de por quĆ© el PrĆ­ncipe es azul, algunas fuentes dentro del cĆ­rculo Ć­ntimo que goza de la suma confianza de la Bella Durmiente – cuyo verdadero nombre es Marigold Ferregnatti – podrĆ­an haber confesado que, en realidad, el PrĆ­ncipe era en efecto un Pitufo por demĆ”s crecido (4). Otros creen que en realidad el PrĆ­ncipe simplemente era Pitufina, luego de que el departamento de justicia del Condado de Merton, localizado en la zona sudoeste de la ciudad de Londres, votara a favor de su apelación para obtener un cambio de sexo gratuito. En lo que sĆ­ coinciden todos es aquello que ya forma parte de la herencia cultural de la humanidad: Pitufina fue una creación de Gargamel, perpetrada con la sola intención de infiltrarse y asĆ­ alterar el balance natural del hĆ”bitat pitufero; y usted, querido lector, deberĆ­a ya saber que ella originariamente era una hermosa morocha que se volvió blonda luego de una frenĆ©tica noche en la cual PapĆ” Pitufo trabajó a destajo para poder transformarla en una verdadera Pitufa despojada del sello gargameliano. Luego de mĆ”gicamente volverse una real integrante de la familia pitufera, vemos que algo ha cambiado para siempre: el color de su pelo; ahora es rubia (4.1). En lo que casi nadie concuerda, es que aparentemente y debido a ciertos efectos secundarios provocados por los truquillos de PapĆ” Pitufo, quien ansioso por despojarla del sello gargameliano pudo haber cometido alguna indolente tropelĆ­a, Pitufina tomó contacto de una forma insospechada con su lado masculino; cuestión que la acosó durante dĆ­as, durante semanas, durante meses. Sombra que la inspiró a escribirle una ingente cantidad de cartas a un primo lejano que solĆ­a vivir cerca del Ć”rea Wimbledonense; fue gracias a uno de estos bellos intercambios epistolares que Pitufina supo que habĆ­a algo que podrĆ­a hacerse para remediar este padecimiento interno, esta trifulca con su doble natura; el resto es historia. A fuerza de anestesiantes, hormonas, suplementos y demases, abrazó esperanzada el cambio, acogiendo asĆ­ a su lado masculino para, de una vez y para siempre, volverse el Ćŗnico y verdadero Principe Azzurro. Ahora me voy volando porque todo este escribir acerca de Pitufina me ha excitado por demĆ”s; Ā”necesito Roquefort ya!’

ā€œEstas mismas teorĆ­as son algunos ejemplos de aquello que le ayudó a Abdul Malik al Manzur alcanzar el fin de su carrera escolĆ”stica. Un tiempo despuĆ©s de publicado el pĆ”rrafo anterior, fue encontrado con un hongo incrustado en su miembro viril, gritando Āæpuedes sentirlo Pitufina? Desterrado de todo cĆ­rculo intelectual posible, murió en soledad, hundido en las infernales y verdosas profundidades de la selva Madre de Dios, en el PerĆŗ. Algunas semanas antes de su terrenal desaparición fue visto en Iquitos recopilando información acerca de pistas que, segĆŗn creĆ­a, podrĆ­an llevarlo definitivamente tras los pasos del verdadero PapĆ” Pitufo. Todo lo que llevaba encima era una copia del libro de Tahir Shah Un rastro de plumas y unos pocos pavos que habrĆ­an de obsequiarle alguna sesión ayahuasquera.

ā€œEl hoy presidente de la SOES (cuyo irrelevante nombre es indigno de ser explicitado) presenta otra posibilidad, dado que el Principe Azzurro:

ā€œ’Bien pudo haber sido PapĆ” Pitufo, obviamente bien aseado y sin el mostacho’.

ā€œTenemos tambiĆ©n a alguien mĆ”s interesado en el tema, el eminente terapeuta lacaniano Ernst Lungwirdt, quien confiesa:

ā€œ’Realmente siento una gran aversión para con el Principe Azzurro; de la misma forma que detesto las cucarachas, especialmente cuando las piso involuntariamente con mis desnudos pies. Todo este surmĆ©nage me ayudó a darme cuenta de que la sajona expresión to feel blue, que significa estar ligeramente deprimido o tristesino (4.2), halla su probable origen en la mismĆ­sima existencia del Principe Azzurro. Era un hombre/Pitufo – o lo que el lector desee hacer de Ć©l – cuyo espĆ­ritu estaba siempre abrumadoramente sumergido en las turbias aguas de la depresión (4.3). Las implicancias de semejante aseveración son varias; es por ello que puedo insinuar sin temor a cometer un error (a pesar de que a veces me sienta temeroso, sentimiento que al final demuestra su sinsentido dado que jamĆ”s me equivoco) que el Principe vivió en un estado de depresión crónica; he aquĆ­ el origen de la anteriormente citada expresión, la cual segĆŗn Bertrand Russell era verbalizada en las tabernas galesas de la siguiente manera: Hey McCormack, give m’self a Paint, cause me Mary left me, and I feel blue as the Prince. Lengua castellana: Ey McCormack, dame una pinta, porque me dejó la MarĆ­a, y estoy deprimido como el PrĆ­ncipe (5).’

ā€œEl asunto acerca del espĆ­ritu no es dejado inmaculado, dado que aquĆ­ citamos a Maximal Benedictus Jƶrg Mustergrumpfel, teólogo del Colegio de Religiones y Sectas de BerlĆ­n, quien prefiguró y escribió un estupendo tratado sobre mitos, personajes de cuentos hĆ”dicos y productos lĆ”cteos llamado Geschichten der Religionen und Mythen:

ā€œ’Todo caerĆ” en su propio lugar una vez que comencemos a ver las cosas en un nivel metafórico. El azul es un color primario entre cuyas varias facultades estĆ” la pureza. Gracias a mi amiguĆ­simo James Sittar y su humilde generosidad (acaso existe una sin la otra) es que he podido darme cuenta de la existencia de aquĆ©l sutil hilo que teje debajo de esa esencialidad disfrazada de color, el cual en este caso, es azul. La palabra en Ć”rabe para denotar pureza es safwa (صفو) en su formal original. SegĆŗn el Diccionario Lane de Ć”rabe clĆ”sico el significado primario de la raĆ­z trilĆ­tera s-w-f es: Era, o se volvió, claro, lĆ­mpido, o puro, o libre de turbiedad, viscosidad o barrosidad, o libre de mezcla. Y dicho acerca del aire, o atmósfera: Era, o se volvió, despejado; libre de toda partĆ­cula de nube. (Y es tambiĆ©n dicho, figurativamente, de la vida; y acerca de la mente, o corazón; y del amor, o inclinación afectuosa).

ā€œ’Tales son las virtudes de aquĆ©l hombre que estĆ” destinado a despertar y reconocer, a travĆ©s del arte del beso (que acaso sea un holograma de todas las expresiones amorosas), a esas extraviadas, fragmentadas, desorientadas y olvidadas fĆ©minas pronto a convertirse en mujeres, atrapadas en el mundo de las apariencias y esclavizadas por la opresión y la oculta envidia producto de la errónea competivización tĆ­picamente masculina adoptada por ellas mismas.

ā€œ’Aprovechando las ilustrativĆ­simas pĆ”ginas del diccionario Lane, escudriƱamos mĆ”s significados de la raĆ­z s-w-f: Ɖl tomó la, clara, o pura, parte o porción de la cosa; Ć©l tomó la mejor, o elección, parte, o porción, de ello. Lo consideró o estimó, o actuó para con Ć©l o ella, con recĆ­proca pureza de mente, o sinceridad; o con pureza recĆ­proca, o sinceridad, o amor, o afección. Hizo que la cosa fuera suya, o asignó, o se apropió, de la cosa, puramente, absolutamente, o exclusivamente.

ā€œ’Curiosamente, el vocablo italiano para designar al color azul, azzurro, podrĆ­a originariamente derivar del Ć”rabe azraq (ازرق) , que naturalmente significa azul. Azraq no tiene un amplio abanico de significados (tambiĆ©n quiere decir ceguera, y el resplandor de la punta de una flecha o lanza), mas sus letras pueden bien ser reordenadas para dar origen a la palabra razzaq (Ų±Ų²Ų§Ł‚) segĆŗn la escritura Ć”rabe original; es uno de los 99 Divinos Nombres, y significa El proveedor, sustentador, abastecedor, escrito ar-razzaq. Wahiduddin lo define asĆ­: La raĆ­z r-z-q apunta a la idea de la recepción de cualquier cosa que sea beneficiosa, particularmente como un obsequio, a travĆ©s del cual algo es nutrido, sustentado, o ayudado a crecer fĆ­sica, mental o espiritualmente.

ā€œ’El color azul es apenas un sĆ­mbolo del arquetipo, de esa forma sin fin que adopta cualquier ropaje para poder cumplir con su tarea, sirviendo asĆ­ a la humanidad; y en el caso preciso de nuestro Principe Azzurro, el despertar a las mujeres era la suya, ayudĆ”ndolas de este modo a ir hacia su meta suprema. Por supuesto, un mito literario debe replicarse a sĆ­ mismo, pero desde ya no de una forma obvia ni exagerada; mas debo admitir que durante mi vida he encontrado hombres y mujeres notables que habĆ­an ciertamente obtenido algo que jamĆ”s fui capaz de encontrar en el resto de los mortales: una chispa, un resplandor, una presencia acaso verde, acaso azul; y por supuesto, tambiĆ©n a travĆ©s de esa fuerza experiencial, he aprendido a saber que allĆ­ fuera hay algunos verdaderos trabajadores azulinos (aunque su jefe sea verde), los cuales apuntan al completo desarrollo y evolución de la humanidad toda. La forma es nada comparada con lo que es contenido dentro de ella.’ (6)

ā€œYo antes era conocido como Jean Marie EgueniƧe Ramboulleou, mientras que mi verdadero nombre es Juan MarĆ­a Eugencia Cazzalli del Hortelano. Ahora he decidido cambiarlo por Enriqueta, pues Ć©se era el verdadero nombre de la Bella Durmiente.

ā€œEstoy sorprendida y anonadada por todos los tipos de abordajes que fui capaz de recolectar acerca del coloreado PrĆ­ncipe. HabrĆ© de dejarle a usted, querido lector, la elección de su preferencia; sin embargo no puedo dejar de pensar en el gran psicólogo Ernst Lungwirdt y su teorĆ­a de la depresión. De ser esto cierto, podrĆ­a ser la primera vez en la historia registrada que un personaje de la ficción que no es tal haya sido bautizado en honor a una disturbancia mental; o bien podrĆ­a ser a la inversa: mental disturbancia una a honor en bautizado sido haya tal es no que ficción la de personaje un que.ā€

*Nota a la segunda edición

Mientras que es imposible rastrear el paradero de Jean Marie Eugencia Cazzalli del Hortelano, como tambiĆ©n es asaz complejo obtener algĆŗn tipo de documentación que asegure su mera – o pejerreina – existencia, no seremos capaces de borrar este relato que involucra a las corrientes subalternas de los cuentos de hadas. De hecho, aunque este libro es muy real, tampoco hemos podido aĆŗn encontrar cualquiera de los citados textos, por no mencionar algunos otros datos que necesitan mayor clarificación.

Dejando toda tonterƭa formal de lado, es sin embargo verdad que dentro de los dominios de las oligƔrquicas casas editoriales es ampliamente aceptado que ella fue asesinada.

¿Por qué?

No lo sabemos. Azul Príncipe cierto un de acerca aún menos, libro solo un escribió jamÔs que y, vida con aún estÔ él o ella que de hecho el en resultaría Esto. Previamente especulado hubimos que la a contraria dirección una en yendo estar podrían cosas las, hecho de.

(1) QuizÔ ésta sea una gran ocasión para comentar acerca de la posibilidad que el Principe Azzurro sea simplemente un adicto a la plata coloidal, cuyos efectos, entre otros, es la azulización de la piel humana; como también el infame síndrome del cuentacuentos, el cual sumerge al sufriente en un delirio constante: la sensación de estar permanentemente viviendo en un cuento de hadas. Habremos de aceptar que el príncipe también podría ser un Pitufo a favor de las actuales dialécticas pro monÔrquicas.

(2) Aún se ignora cuÔl era ese tiempo (Ed.).

(3) Su constipación crónica era famosa en todo el pueblo. De hecho, aún hoy en su aldea uno puede escuchar ecos de su mito lavatorial; se cree que luego de haber descubierto la delicia azul, jamÔs pudo volver a expeler su desperdicio interno. Lo que el queso se llevó, John Pilergherman (1978).

(3.4) No es posible manifestar cuƔl mano es (Ed.).

(3.5) QuizĆ” ya hayan notado que no hay referencia alguna a este nĆŗmero en el texto impreso superior. Entonces, por favor, continĆŗe leyendo normalmente. ĀæSi?

(4) Previamente presagiado en la nota a pie de pÔgina (1), de esta misma narrativa. ”Chapeau querido editor!

(4.1) Las insinuaciones de supremacía aria son brutales y explícitas: la verdadera Pitufina es blonda, cuando la anterior falsa era morena. Sin ayuda de complejos farmacéuticos, la pregunta obvia se erige: ¿podría ser PapÔ Pitufo un Hitler honguero? O al menos, ¿alguno de sus acólitos? (Ed.)

(4.2) Así podemos fÔcilmente descubrir el homenaje que Phil Collins le hizo al mismísimo Príncipe a través de su éxito cancionístico A groovy kind of love. ¿Podría esto ser un indicio que nos conduzca a una enorme red de adoradores del Principe Azzurro?

(4.3) Sucesivas investigaciones se estÔn llevando a cabo por la AAOHC, que es la Asociación Americana de las Vacas Sanas, las cuales intentan no vincular la consumición de Roquefort con la depresión. Nature and Science for the Elite American, pÔgina 2, primera columna.

(5) Bertrand Russell, About Mathematics and Other Wanderings on Fairytale Geometric Patterns.

(6) Luego de las profundidades del gran Maximal Benedictus Jörg Mustergrumpfel, es realmente simple comprender el mecanismo que subyace en las bases de cualquier religión o grupo esotérico cristalizado que carece del contacto real con la fuente; así ocurrió con cada significativo contacto con la Verdad a través de la historia. Era simplemente una cuestión de tiempo hasta que el Príncipe Azul tuviera su propio grupo de fervientes e irracionales adoradores. El ahora famoso Blue Man Group es acaso el símbolo mÔs visible de lo que podría ser hoy el culto con mayor crecimiento en el mundo. Otros famosos adeptos incluyen al mexicano cantante de pop con un pene acosante sobre su espalda, cuyo amor y lealtad a la secta fue expresado en su éxito radial, y el previamente citado Phil Collins y su A Groovy Kind of Love. Podría ser por demÔs fÔcil relacionar a todo emprendimiento artístico con esta obra maestra, mas ello no sucederÔ. Sin embargo, la siguiente información especulativa se presenta como mÔxima ineludible: todo país que en su símbolo patrio luce al menos un sesgo azulado, tiene seguramente operando en sus entrañas a un culto del Príncipe Azul.

 

 

 

 

 

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