Confundido al enterarme de la mĆŗltiple existencia de diferentes escuelas pertenecientes a la gran tradición espiritual del hombre – denominada en algĆŗn momento a travĆ©s de la palabra Sufi – que florecĆanĀ en mi momentĆ”neo hogar llamado Estambul, amĆ©nĀ de lasĀ grandes órdenes Bektashi, Mevlevi, Yerrahi y Naqshbandi, le preguntĆ© a mi amado abuelo acerca de esta aparente contradicción. Sus palabras fueron:
Ā«Hay un Ćŗnico destino al cual todas las caravanas que desde hace siglos recorren el camino de la gran tradición se dirigen. Cada una de ellas estĆ” conformada bien por camellos o dromedarios, caballos o mulas; algunas transportan vĆveres, otras tesoros, otras especias… mas todas llevan consigo el verdadero alimento de la humanidad.
Ā«Sus guĆas son, en apariencia, diferentes; tambiĆ©n lo son sus mĆ©todos para llevar adelante tal empresa que ha existidoĀ desde el origen de los tiempos.
«Las formas, los ropajes, las costumbres y rutinas de cada caravana son meros accidentes externos que nada dicen de la esencia, que es única.
Ā«La multiplicidad de la que me hablas es irrelevante para ti, amado nieto; hay una sola caravana cuyo guĆa tiene tu nombre grabado en su corazón.
Ā«BĆŗscalo, pues allĆ estarĆ” la caravana… esperĆ”ndote.Ā»