“El nombre de Shakespeare es a veces traducido a un perfectamente correcto y aceptable persa, como Sheikh-Peer, ‘el sabio anciano’.”
Los Sufis de Idries Shah.
A pesar de las numerosas biografías acerca del gran escritor inglés que podrían haber, pueden, y serán escritas, y aquellas que podrían haber sido, están siendo, y serán recuperadas, la verdadera causa de muerte del Bardo fue, es, y continuará siendo un misterio inextricable.
Lord van Bronckhorst, un reputado jardinero de Sutton que jamás en su vida ha escuchado o leído una sola palabra acerca de Shakespeare, cree fervientemente que su muerte fue debido a una virulenta fiebre que pudo haber sido contraída durante una noche de esparcimiento recreativo.
Sir Arthur Stephanek (también conocido por su alumnos como el fideo), profesor de Literatura Inglesa y Semiótica en la Universidad de Bologna, no solamente está de acuerdo con la causa febril, mas con otra cuestión que, por el sólo hecho de ser tan obvia y simple, puede haber pasado inadvertida por el común hombre mortal:
“….él seguramente debe haber muerto debido a algo muy pero muy grave…”
Mas tanto para Sir Arthur como para Lord van Bronckhorst, no todos los caminos están repletos de fragrantes rosas, dado que el distinguido y celebrado Caballero de la Orden Templaria Alta Orbis, quien además es emérito Caballero del Consejo de los Guardianes de las Tradiciones Orales y Escritas de los Herederos del Cofre que pertenece al profundamente Transformado Señor de los Múltiples Anillos y Secretario de Asuntos Externos del Reino Unido, Sir Richard Hamilton Roberts Angus Podgorny of The Hills Saint Martin Cafrune von Holstein Bettersburs Perez Carrillo of Scotland von Ulm, no está de acuerdo con ellos.
De hecho, ha demostrado siempre ser un testarudo oponente en lo que a las verdaderas causas de la muerte del sabio antiguo se refiere. En sus Memoirs, un bastante perturbado Sir Richard Hamilton Roberts Angus Podgorny of The Hills Saint Martin Cafrune von Holstein Bettersburs Perez Carrillo of Scotland von Ulm, escribe sus pensares sobre dicho asunto:
“Puedo afirmar con firmeza, a pesar de estar constantemente alterado y sacudido por esta maldita Isla de Honshu, que el Lord William Shakespeare murió debido a un terrible y violento impacto sobre su mejilla, infligido éste por la madre de su amante.
¿El origen o causa?
La mancha de semen que vergonzosamente arruinó el vestido de su hija; he discutido acaloradamente dicho asunto con mi ya viajante amigo John Peter Harrock XVI; recuerdo perfectamente que la postrera vez que hubo terminado de escuchar y degustar mi idea, escupió inmediatamente (y certeramente debo admitir) en dirección a mi rostro; una línea que reforzó no solamente sus especulaciones eyaculatorias, mas también las mías:
‘Viviré en tu corazón, moriré en tu regazo, y seré enterrado en tus ojos…’
Aquí los posibles significados se multiplican ad infinitum, ad libitum, ad imaginatus, ad coitus non interruptus.
Aceptando nuestra teoría de eyaculación-muerte, podemos sin dudas afirmar que dicho episodio expelitivo, que no es otra cosa que la escupida del deshuesado chino tuerto, tiene que haber sido uno precoz o prematuro dado el lugar de aterrizaje de la pegajosa sustancia láctea (1); aunque debo admitir, haciéndole así lugar a mi yo científico, que un voluntario apuntar hacia su vestido no debería ser ligeramente descartado.
Si tal fuera el caso, uno bien puede preguntar: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Estaba Shakespeare especialmente encariñado con la tela? ¿O quizá su vestido lucía un picaresco estampado, provocando así su big-bang? ¿Acaso es ella la culpable?
¿Podría ser que la damisela en cuestión tuviera ciertas inclinaciones fetichistas, sintiendo una especial inclinación por el vestido y, estando tan apegada a semejante trozo de material, le haya pedido de morir en su regazo? Si no fue él quien disparó, ¿entonces quién lo hizo? ¿Estaban realmente solos? ¿Había un voyeur vivenciando la escena?
¿Qué tal si la mancha no fue producida por la masculina sustancia, mas por un líquido de apariencia similar, mas no similar en gusto, como por ejemplo mayonesa? ¿Cómo puedo yo saber la diferencia de sabor entre aquella pegajosa sustancia láctea y la huevera invención francesa? Dada la timidez de nuestro héroe literario, todo lo anteriormente mencionado, incluyendo la mera posibilidad de que jamás la mancha fue producida por el propio Shakespeare ni por una pegajosa sustancia láctea, no debería ser descartado.
¿Y qué tal si su supuesta timidez era una fachada destinada a ocultar sus reprensibles y obcenos hábitos que lo hacían apuntar hacia vestidos, y realmente él sí murió en su regazo, arruinando su prenda ad aeternum? Eso es; era un muchachito ansioso, inexperto y deseoso de permitir que su densa sustancia dijera hola al mundo y adiós a su redondo y peludo recipiente, sin importarle el trabajo y esfuerzo de otros, aquí representado en el pronto a ser arrojado a los cerdos vestido rosado. ¿Cómo sé realmente que era rosado? ¿Y si era gris? ¿O marrón?
¿Y qué tal si realmente no había una niña en un vestido, mas simplemente un hombre – en este evento en particular el mismo solitario Shakespeare – recurriendo a su lado femenino; quizá luciendo el vestido para que fuera manchado, quizá sirviéndose de tal imagen ropera como una sensible representación de su lado yin, y simplemente estaba jugueteando solo, complaciendo el objetivo de todo amor, que no es más que la unidad, desposándose a sí mismo a través del obrar de sus manos, y sellando tal alquímica ceremonia con un salpicón sobre su regazo?
¿Fue, es, y será éste mismo, un asunto que no pudo ser, no es, y no será jamás resuelto?
Por estas razones y muchas otras (de acuerdo a mis cálculos, esas otras razones alcanzaron la suma de 1.786.984, y luego murieron debido a la falta de oxígeno) es nuestro deber el embarcarnos sobre las infinitas aguas de las plausibles interpretaciones; ellas se vuelven cada vez más ricas con cada bocanada de aire.
Nosotros (*) también podemos afirmar sin miedo (¿mas por qué no con un poquito de temor? ¿Acaso no es normal para un hombre estar asustado, llorar, comer sus propios mocos y luego beber su propia orina?) a erratum que Will Shake (2) predijo su mismísima muerte. Si éste hubiera sido, es, y llegare a ser el caso (2.1), entonces más vale que me ponga el traje y me apure porque estoy por perder el tren de las 9, y no me puedo permitir otra llegada tarde pues estoy por ser despedido de mi trabajo; mas si éste hubiese sido, es, y será el caso, no podemos descartar la posibilidad del viaje inter-témporo-espacial; sabemos hoy que, una persona, más allá de su proverbial genialidad, aún no es capaz de producir inmortales versos luego de haber sido mortalmente abofeteado en el rostro por su supuesta (presente o futura) suegra.
En nombre de la ciencia, esta pregunta debe y tiene que ser elevada:
¿Y si WS era un zombie? ¿O un Highlander que sólo podía morir por decapitación? (3) Siguiendo esta pista, el supuesto mortal bofetón sobre su mejilla no habría bastado. ¿Sabía su suegra (presente o futura) de su status como zombie/Highlander, y lo abofeteó à dessein por el bien del conocimiento Divino y la humanidad toda? Tengo miedo; sí, lo siento porque soy un hombre devorador de mocos que no teme sentirse atemorizado y así declarar que quizá, ella es la verdadera Heroína de nuestra historia.
O quizá, solamente quizá, yo también esté muerto, y todo esto es mi reflejo ponderando acerca de memorias olvidadas hace mucho tiempo, y atrapado en el serpenteante e infinito circuito kármico del cosmos; mas si las memorias son olvidadas, ¿cómo puedo estar leyéndolas, y escribiéndolas, y compartiéndolas con mis amados lectores? ¿Están ellos, quiero decir tú, también muertos? ¿Es una pesadilla? ¿Es un sueño?
¿Son ellas (no tú) realmente memorias, convenciéndome a mí mismo de algo que no ha ocurrido, engañándome a creer en cosas que aún no he experimentado, poblando mi vida con tales experiencias como si fuera un codicioso cerdo banquero? ¿Acaso las memorias, recuerdos, tienen un dueño, o es simplemente la ilusión de un capitalista el adueñarse de la memoria del universo, la sabiduría y remembranzas de todos aquellos que han caminado, caminan y caminarán sobre esta tierra?
¿He tomado demasiadas pastillas? ¿Enfermera? ¿Madre? ¿Banana?
Quizá él soñó el episodio de la abofeteada mortal, escribió esas inmortales líneas y luego, la tragedia se desplegó: un sueño premonitorio. ¿Y si Shakespeare robó sueños de otros para así escribir su inmortal opus? ¿Sabemos a ciencia cierta que el bardo no sufría insomnio?
Entonces, si noche tras noche fracasaba en el concilio del sueño, ¿cómo diablos escribió sus obras? Eso es: él nunca escribió nada, y simplemente fue utilizado por algunos sabios para posar como escritor, cuando de hecho era apenas un solitario, ansioso y pretencioso muchachito. Otra vez, en nombre de la ciencia y los buenos modales, otra incómoda, tremebunda y revolucionaria pregunta debe ser pronunciada:
¿Qué tal si Shakespeare, durante sus eternas noches insomnes, pensó o creyó que soñaba aquel sueño, y simplemente se convenció a sí mismo de algo que realmente nunca acarició su cerebro pero que creyó que hubo ocurrido? ¿Y si William era inestable como yo lo estoy ahora, y nada de lo que escribió, dijo y escupió puede ser dado por hecho? ¿Y qué pasaría si William fue un eunuco y nunca pudo producir fehacientemente ningun tipo de pegajosa sustancia láctea?
Si tal hubiera sido el caso, (da igual, ya he perdido el tren, y además odiaba mi trabajo) ¿usó un tubo de mayonesa para reemplazar a sus amigos nadadores? ¿Pudo Pinocho tener algo que ver con el asunto semen-bofetada?
¿Estoy en lo cierto? ¿Estoy equivocado? ¿Estoy acá? ¿Allá? ¿Encadenado? ¿Alicia? Mas, si estuve, estoy, o estaré encadenado, ¿cómo pueden estas líneas ser escritas? ¿Acaso está todo en mi mente?
Podría estar perfectamente demente, y necesitar otra dosis de mis pastillas diarias. ¿Quién sabe? Lo que sé es que él, que es William Stanislao Shakespeare, puede haber muerto un tiempo después del bofetón, disfrutando así un período de gracia Divina que le brindó el tiempo requerido para escribir la obra en la cual esa línea eterna está incluída (leer arriba si es que la memoria falla, gracias). Si esto efectivamente fue lo que ocurrió, Borges supo de este episodio, para así componer su El Milagro Secreto.
O probablemente William nunca existió en absoluto, y fue una creación de un grupo de sabios que necesitó de él, un gris y taciturno campesino ignorante, para ser su rostro visible, situado e imbuido en la sabiduría celestial y trascendente, para así servir a un propósito más elevado que el mero eyacular sobre niñas que rozaban apenas la edad legal. Una extraña sensación de déjà Vu me invade.
¿Y qué sucedería si nunca le gustaron las chicas? ¿Y si él realmente nunca murió-escupió la pegajosa sustancia láctea, pues era un eunuco? (Recién me he dado cuenta de que ya he usado esa teoría antes; pero ¿fui yo quien la pensó? ¿Fue aquí? ¿O simplemente fue un sueño en el cual yo escribía la palabra eunuco?).
¿Qué pasa si esa muchachita no estaba luciendo un vestido, y todo es un producto de mi imaginación? ¿Y si nunca hubo suegra, ni pequeña jovenzuela, y todo no fue más que uno de sus varios delirios que ocurrían durante sus errancias nocturnas? ¿Y qué tal si estoy realmente loco? ¿Ya he escrito esa línea? ¿O es sólamente una ilusión?
De todas maneras, al menos sabemos que él estuvo, está y estará apropiadamente, completamente y desalentadamente muerto; ello, por supuesto, aceptando que él efectivamente existió alguna vez, y por supuesto, siempre y cuando confiemos en que existimos, y que leemos, y escribimos, y comemos nuestros propios mocos. Si usted está listo para aceptar la posibilidad zombie o Highlander, sugiero que parta en su búsqueda, comenzando en el Hindu Kush.
Todo lo que podemos afirmar, con una certeza del 58.720 %, es que su pegajosa y láctea predicción acabó por ser verdad. De la misma manera que nuestro gran Jorge Luis Borges predijo su propia ceguera, y Beethoven pre-escuchó su propia sordera, y Toscanini su propio nombre y, seguramente, Mickey siempre supo que su destino no era ser Mortimer y que además estaba destinado a ser mucho más que un simple dibujo metafórico. Él fue, es, y siempre será, el verdadero Mesías. ¡Ave Mickey!
Mas otra vez, no permitiré volverme un trastornado, y retomaremos la senda de la buena voluntad (Will) blandiendo la defensora lanza del amor y la verdad.
La muerte se duplicó a sí misma, como una inamovible mancha en el vestido de la jovenzuela (¿o era un niño? Pero, si era un niño, ¿por qué estaba luciendo un vestido? Quizá estaba tan apegado a su madre que la estaba imitando. ¡Sí! Bien podría ser el caso; en ocasiones, a mí me gusta lucir algunos vestidos demodé para hacer las compras en el mercado del pueblo. ¿Qué tiene de malo?) y en las cenizas del ‘Sabio Anciano’ (otra vez, por favor, si perdió el rumbo, vaya para arriba y lea nuevamente).
Pero, ¿fueron esos restos de Shakespeare en forma de ceniza finalmente enterrados en los ojos de su amante? ¿Estaba ella realmente muerta cuando las cenizas hicieron su entrada? ¿O estaba viva, y como consecuencia de ello, quedó ciega, prefaciando el propio destino de Borges? ¿Estaba de alguna manera vinculada con el gran argentino?
Sólo entre nosotros, algunos dicen que la madre de la joven, (o bien cualquier otra forma que ella/él/ello pudo haber tenido) en el exacto momento de la bofetada (probablemente eran las 17:89 pm BST) tenía diecisiete años. Entonces, ¿cuántos años tenía la supuesta lucidora del vestido? ¿Puede todo esto encontrar una explicación en el efecto Gusano-Alicia-Higgins? Si éste fuera el caso, entonces es perfectamente razonable que la hija fuera mayor que la propia madre.”
Poco después de su última página, Sir Richard Hamilton Roberts Angus Podgorny of The Hills Saint Martin Cafrune von Holstein Bettersburs Perez Carrillo of Scotland von Ulm falleció. Fue, es y será creída, que la causa de su partida tuvo algo que ver con lo que hoy los neurólogos llaman “El cerebro de Cronos”. El órgano termina fagocitándose a sí mismo a través de una serie de pensamientos y teorías paradigmáticas.
Otros aseguran que las eternas noches sin dormir ayudaron a agravar su condición: mojado, parcialmente nublado, y densamente pegajoso.
Es de vital importancia recordar, para poder entender completamente el caos teorético, que durante la época de Shakespeare se creía salvaje y fervientemente que las manchas de semen eran imposibles de limpiar. Se las solían llamar pegajosa perdición láctea. De tal forma, se nos brinda un factible motivo que pudo haber causado la supuestamente mortal bofetada.
(1) Debería leerse como un homage a John Peter Harrock.
(2) El crítico de Rock y Arte Ludovico Manpiero sugiere que si William Shakespeare estuviera vivo hoy, y hubiese elegido a la guitarra en vez de la pluma, su banda se llamaría “Will and the Pear Shakes” o “Will y los Batidos de Pera”.
(*) Hemos decidido no nombrar los previos usos de la forma plurar pues intentamos utilizar el “nosotros” como el ejemplo principal. Aún es debatido si el uso del plural se debe a que él solía escribir rodeado de enormes cantidades de gente, o porque simplemente era la cara visible de una secta de sabios; o quizá debido a su conocimiento metafísico y esotérico acerca de las múltiples personalidades que habitan un solitario cuerpo y que usan un único nombre para referirse a la fragmentada naturaleza humana.
(2.1) Chiste que no tiene ningún sentido en castellano, excepto en un Mundus Absurdum; la palabra caso en inglés se traduce como case, que también puede significar o implicar briefcase, o portafolios. Ahí yace el origen de la humorada vinculada al trabajo.
(3) Es por demás interesante notar que el historiador germano Manfred Hubert Eichert piense que el origen de los eunucos pueda estar vinculado de alguna manera con la creencia en Highlanders. Propone: “Los eunucos probablemente son las víctimas de una media creencia en aquellas impresionantes criaturas inmortales, míticas, símbolos del hombre sabio y renacido que muere antes de que la muerte venga en su búsqueda. Quizá a través de las artes del destino o el azar, estos desdichados bastardos fueron seguramente confundidos con aquellas míticas criaturas (Highlanders) y como consecuencia, sufrían la amputación de sus cabezas; aunque desafortunadamente para ellos, un poquito más que su cabeza inferior, e incluso, en ocasiones, el paquete completo”. Otros, como el experto en paganismo y brutalidad Jaime Sittar, piensan que “… eran castrados pues de alguna manera no podían creer completamente en el mito del Highlander, por ende, recurrían a una solución matemática: si la mitad del mito es aceptado, entonces, deberíamos cortar la cabeza situada en la mitad, es decir, aquella que está localizada en el Ecuador del cuerpo masculino”.