Gracias a una simple canción de misa, el escritor, dramaturgo, mecánico dental y Abad de la Abbaye de Solesmes (la cual dicho sea de paso fue construida en honor al gran San Pedro), bautizado por sus padres como Gianpietro Vestronillo, ha objetado aquellas interpretaciones que están a favor de proclamar la divinidad de nuestro salvador Jesucristo, o las cuales abogan por los sus posibles orígenes celestiales. En su Liber Magnus Opus Tetram, él observa:
“El celebrado cántico misal inspirado en el evangelio de Juan aún puede ser escuchado en algunas modestas iglesias a lo largo de la península ibérica; se lo canta en la lengua vernácula de Castilla y León, y suena así:
Sé como un grano de trigo que cae, en tierra y desaparece; y aunque te duela la muerte de hoy, mira la espiga que crece. Un trigal, será mi iglesia (…)
“Este poema cantado es una esencia que me lleva hacia una asombrosa intuición: el Maestro Jesús nunca habló de iglesias hechas de piedra y de ladrillos y de cemento; tampoco acerca de sacerdotes, y rangos y pedófilos y reprimidos sexuales (por ende maníacos); todo lo que Él quiso (y quiere) es que nosotros, a través de ser un perfecto reflejo, no de su supuesta proclamada divinidad sino de su Unidad, construyamos y creamos una trigal morada para la cosecha de todas esas almas perdidas que abundantemente pueblan este formidable planeta, otorgándoles la tan ansiada comodidad y la verdadera nutrición material: una iglesia hecha de sal y agua y trigo.”
Este cortísimo capítulo (II) fue recolectado en su retorno a casa, mientras apenas comenzaban sus primeras y bien merecidas vacaciones luego de quince años de ininterrumpido servicio.
Las melodías y poesía previamente mencionadas resultaron ser tanto definitivas como fundamentales para las interpretaciones del Abad y su posterior accionar. Como resultado de estas, un resoluto y convencido Gianpietro destruyó, a fuerza de puño y pala y pico y cuchara, la famosa catedral de San Pietro en Bari; y gracias a la generosidad de la Famiglia Mortessi, logró construir, como reemplazo de la ruinosa, una monumental iglesia hecha enteramente de trigo y agua y sal en una de las muchas estancias de la mortuaria familia.
La primera – y última – misa celebrada allí ocurrió durante el primer día de Agosto del 1758, año de nuestro Señor; los pájaros (a pesar de la ubicación estratégica de varias docenas de espantapájaros), los despojados, los desnutridos, las perdidas almas cosechadas, el calor y otras intervenciones divinas ayudaron en el trágico colapso del fútil edificio comestible; ocurrió precisamente tres horas después de su maldita inauguración. Hay quienes ven en esta breve demora un signo del todopoderoso y omnipresente Padre y su Santísima Trinidad; otros, simplemente la imbecilidad humana. Sin embargo, milagrosamente (o no, debido a que el peso cayente era de por sí ligero, sino que estaba a medio comer) no hubo víctimas fatales.
El abad Gianpietro, con su ya casi extinta fe, decidió que el próximo paso lógico y acaso único rumbo hacia su redención iluminadora (o quizá así eligió leer sus infortunios) era transformarse en aquel originario grano de trigo; el sacrificio definitivo; el Jesús de los campos. Cavó un generoso pozo en la promisoria y redentoria tierra, y disfrazado como una espiga de trigo, saltó al vacío con la más pura de las intenciones en su corazón: renacer a través de Su gracia. El eventualmente paso suicida ocurrió precisamente tres horas después del fatal desmigajamiento iglesiástico, en las cercanías de la previa catedral de Bari dedicada a San Pietro.
Científicos de las más prestigiosas universidades del mundo han analizado muestras del ADN encontrado en la plateada bandeja utilizada para ofrecer la hostia sagrada en la Abbaye de Solesmes, con la intención de compararla con la estructura molecular de la espiga de trigo encontrada a unos pocos metros del lugar en donde se sospecha que el pozo suicida hubo alguna vez sido creado. La similitud entre ambos es asombrosa; y conduce a todos hacia la conclusión de que ambos podrían compartir el mismo origen humano.
El cántico misal resultó ser una premonición de la muerte y resurrección de nuestro desdichado Gianpietro, quien alguna vez supo ser un generoso y revolucionario e inspirador Abad; y un hombre que hoy acaso bien podría estar en tu mesa bajo una forma trigal, o nadando en tus jugos digestivos.
Para luego comenzar el ciclo nuevamente…