El dietista, mĆstico, experto en esoterismo medieval, amante de los perros y fanĆ”tico de Monty Python llamado Richard von der Walde, siempre hubo soƱado ser entrevistado por un periódico de fama mundial; algo que se transformó en una privada obsesión desde que tenĆa cinco aƱos.
Tal caprice alimentó vorazmente su carrera y futuras investigaciones, especialmente durante sus tempranos treinta: tiempo durante el cual se dio cuenta de que algo notable debĆa ser realizado para figurar en las pĆ”ginas del londinense The Times, o The Guardian, o The New York Times. La sal se transformó en la excusa para aspirar a, degustar (y postreramente lograr aunque de un modo insospechado) la anhelada notoriedad mediĆ”tica; sus extraordinarias cruzadas laboratoriales le reservaron finalmente un palco de honor en el parnaso entrevistador.
La fecha de su mĆ”s ansiado y deseado dĆa fue el vigesimosĆ©ptimo del Ćŗnico mes de octubre que el aƱo 1964 jamĆ”s tuvo que padecer; mas el sueƱo en su forma ideal ignoraba que ya estaba condenado a perdurar por siempre, a errar buscando soƱadores entre reinos de algodón y seda y lino; el sueƱo que finalmente arribó de una forma insospechada:
Richard von der Walde nunca pudo arribar a la tan ansiada cita con uno de los mĆ”s famosos divulgadores cientĆficos de su tiempo, un tal Mark Hill, en un CafĆ© Rouge del condado de Surrey: un distraĆdo o abrumado cartero y su bicicleta sobrecargada de bolsos repletos de ansiosas y fĆŗtiles y tediosas tarjetas navideƱas decidieron en contra del deseo y fantasĆa personal de nuestro cientĆfico investigador; esta es la razón por la cual solamente podemos reproducir su Ćŗltimo sueƱo, insistentemente soƱado durante su maƱanero viaje en autobĆŗs, el cual eventualmente lo ubicarĆa en la mismĆsima escena del accidente fatal, volviĆ©ndose asĆ las somnĆferas imaginaciones en cómplices de su muerte; un acólito del destino.
Habremos de omitir los innecesarios e ilógicos detalles onĆricos, para presentar simplemente la esencia de su fantasĆa. La soƱada entrevista, tal como supuestamente habrĆa sido la verdadera, le es relatada a Mark Hill, quien asĆ la editarĆa para el Frankfurt Allgemeine Zeitung:
āHe sido capaz de probar que ā resultados que serĆ”n publicados en un futuro cercano ā la asĆ llamada sal light o sal de bajo sodio no es solamente un producto que estĆ” reportando ganancias billonarias a ciertas compaƱĆas inescrupulosas, sino algo que es absolutamente inĆŗtil para el organismo humano; por no hablar de sus por demĆ”s engaƱosos y fraudulentos beneficios publicitados; un producto que, segĆŗn afirman sus creadores y vendedores, tiene un 60% menos de sodio.
(Perdón, pero debo bajarme en la próxima parada)
āMis inequĆvocas y acaso fatales conclusiones, las cuales nacieron luego de haber sido degustadas y puestas a prueba una y otra vez durante cinco acosadores aƱos de experimentos y estudios blancos y molestos y altamente presurizados, muestran prĆstinamente que aquellos desdichados consumidores de semejante invención salada y artificial terminaban usando un 60% mĆ”s del producto en cuestión, para compensar la falta de salinidad que tal producto sufre; este exceso en el ponimiento acarrea otro ā mas no insustancial ā problema con el lado visual de la cosas: semejante incremento arruina las virtudes estĆ©ticas de un plato de comida que ahora se ha convertido en una invernal montaƱa suiza; acaso donde Heidi y su Abuelito solĆan vivir.
āTambiĆ©n se ha notado que, en varias ocasiones, este abusivo ponimiento salero-nevado trepa a un incremento del 67.5% en el consumo del producto light cuando es comparado con el consumo que habrĆa ocurrido si se hubiese tratado de la sal comĆŗn y corriente.
āEl resumen es que, como una consecuencia natural de la falta de sodio en la sal light, las puestas cantidades del falso producto blanco aumentan sensiblemente: hecho que ocurre inconscientemente para equilibrar la publicitada ligereza; el cuerpo intenta compensar la falta de sal real, usando mĆ”s del producto artificial. La verdad matemĆ”tica es irreductible: la cantidad de sodio consumido permanece constante (cuando no mayor), ergo, los publicitados beneficios son inexistentes; como siempre, los consumidores estĆ”n siendo vejados nuevamente.ā
Este, su postrero sueƱo, adoptó una forma falsamente premonitoria, continuando asĆ:
āEl fin de semana que seguirĆ” a la publicación del estudio que acabo de mencionar al comienzo de esta mismĆsima entrevista, y dos semanas despuĆ©s de la edición de este artĆculo, especialmente en el continente europeo todo y los Estados Unidos, esta maravillosa pieza periodĆstica de divulgación cientĆfica firmada por el gran Mark Hill serĆ” un tópico predeciblemente tĆpico en cada charla de sobremesa, en cada reunión de negocios, y en cada sermón religioso; un tema que despertarĆ” algunos salados desacuerdos entre aquellos involucrados.ā
La cadencia final:
āLamentamos informales que el asombroso y Ćŗnico Richard von der Walde ha sido reportado muerto por las autoridades policĆacas de la germana ciudad de Heidelberg, lugar de su postrera residencia; la sospechada hora de muerte es 4:57 am, hora local. Efectivamente es una pena dadas sus extraordinarias cualidades humanas y su gran refinamiento culinario.ā
Y la coda:
āLos rumores susurran que su cuerpo fue encontrado dentro de una enorme montaƱa hecha de sal, sin mostrar signo alguno de violencia; en la cima de esta salada montaƱa supuestamente habĆa una ovejita junto a pastorcillo suizo cuyo nombre podrĆa ser Pedro; de lo anterior se deduce que la muerte bien pudo haber sido por asfixia. Actualmente hay una investigación que estĆ” siendo llevada a cabo por la policĆa cientĆfica local: los primeros resultados indicarĆan (segĆŗn algunas fuentes judiciales) que la sal usada para los asesinos propósitos podrĆa haber sido una de bajo sodio; ergo, se calcula que la montaƱa salada habrĆa sido un 60% mĆ”s baja si hubiese sido hecha con sal verdadera.ā
(Amigo, despiƩrtate. Ya llegamos a la terminal. Por favor, descienda ahora mismo.)
Segundos despuĆ©s del infame accidente, el tembloroso y asesino cartero culpó a la falta de sal gruesa tĆpicamente usada para derretir el hielo de la vereda y calles; luego se descubrió que el Rat (ayuntamiento) de Heidelberg habĆa determinado un recorte en los gastos de la ciudad, focalizĆ”ndose principalmente en el reemplazo de la derretidora sal gruesa por una mĆ”s barata y menos efectiva: la infame sal de bajo sodio o light.
Ā Aparentemente, aquellos responsables de las calles nunca agregaron el porcentaje extra necesario para que el efecto deseado ocurrieseā¦